jueves, 4 de octubre de 2007

mi proceso lecto escritor






Mi proceso lecto- escritor

INTRODUCCIÓN

Este trabajo, consiste en traer a la memoria momentos ya pasados de mi infancia y juventud, que juntos construyen las bases de lo que fue y es mi proceso lecto-escritor.
Para realizarlo, tuve que remontarme muchos año, a mi infancia, cuando Jessica y Tatiana eran mis muñecas preferidas, y yo corría por el zaguán de la casa, como una cabrita descarriada tratando de alcanzar a mis amigos imaginarios, mas grandes y veloces que yo.

No pretendo aquí, mas que identificar los pros y contras de mi experiencia de aprendizaje de la lectura y escritura, al mismo tiempo que busco identificar también, como depende el proceso de aprendizaje del contexto en el cual el aprendiz se desarrolla y los múltiples estímulos que recibe a su vez tanto de su medio mas próximo, como son los padres y abuelos, como también de instructores y maestros, que se encargan de enseñar a los aprendices los métodos para adquirir hábitos y destrezas en la lecto-escritura.

La metodología empleada fue la del recuerdo, de imágenes que vienen a mí, de aquí y de allá, y que me golpean de nostalgia. Recordar mi niñez, es recordar el olor a tiza del tablerito donde yo a modo de travesura dibujaba la cara de la profesora, es recordar el abecedario de memoria, y volver al patio de juegos de la pequeña escuela. Uniendo al fin esas imágenes como si cosiera una colcha de retazos, para así, redactar mis vivencias en una hoja.











MI LECTURA DEL MUNDO

Comenzaré diciendo que mi nombre es CLARA y mi mayor problema recordar, para ello creo debo abrir las puertas de mi memoria y dejar que como el caudal de un rió corran lo pensamientos a través de ella hasta desbordarse en palabras suaves que ayuden de alguna manera a tomar forma a este relato.

Viví mis primeros años en una casa mas o menos grande, situada en un barrio alejado del centro de la ciudad de Ocaña, en esa casa recuerdo había un bonito patio y un solar grande donde según contaba mi abuela vivía la madre monte, razón por la cual no me era permitido acercarme.
De la casa recuerdo también dos grandes habitaciones que se comunicaban y a las que yo tan chiquita llamaba el túnel del susto y que fueron construidas a lado y lado de una pequeñísima capilla donde yacía la imagen de Don José Gregorio Hernández.

Crecí al lado de dos mujeres que ahora reconozco han sido fuerte y luchadoras ambas, mi abuela que se aventuro en la tarea de educarme al ser ella quien me tenia a su lado y mi mamá que es marcho a trabajar a un pueblo infeliz cuando yo solo tenia seis años.

La abuela fría y calculadora a veces, y consentidora y alcahueta en otras, hacia brotar palabras mágicas de sus labios gruesos y un tanto arrugados por la llegada temprana de la vejez, para llenarme de sus historias de juventud, y a la ves de sus temores a los duendes que según ella asechaban a las jovencitas desjuiciadas. O bien sino, para arrullarme al son de “aserrín aserran los maderos de San Juan”.
Recuerdo que ella solía montarme en sus piernas acolchadas con sus robustos muslos y balbucearme las primeras letras que enriquecieron de uno u otro modo mi vocabulario, reviviendo sus años de infancia ya tan lejanos y enriqueciendo los míos.

Fue en el patio de la casa que recuerdo se instalo mi primera escuela de aprendizaje. Allí, donde los pájaros de la abuela cantaban incluido un azulejo llamado Calixto mi primera mascota, hallaron forma las primeras letras que con desmedido temor yo trataba de imitarle a la abuela, que se esmeraba por que yo aprendiera a paso veloz el arte de leer y escribir. Allí también y en las paredes aledañas deje tatuados mis primeros soles y mucha lluvia, que mis manos infantiles no se porque se esmeraban en dibujar como una forma de catarsis, para alimentar las lagrimas de un llanto intenso pero silencioso producto de la partida de mi madre y posteriormente de la muerte de mi padre.

Ellos en su conjunto me enseñaron a ver el mundo, a través del canto de las aves que alegraban la casa, del color de las frutas de los árboles entre mis favoritos el palo de guanábana que aun recuerdo, del aroma a conserva los diciembres o bien sino del arequipe fresco, de la textura de las plantas que la abuela limpiaba con café cada mañana, del sabor de la cocota madura, de los cuentos de la época de la violencia entre godos y cachiporros en cuyas asechanzas más de un liberal iba a parar bajo las camas de los aposentos de mis bisabuelos quienes nunca quisieron hacer parte de la guerra entre unos y otros, y en fin de todas esas experiencias que entraban a través de mis sentidos y ayudaban a construir ese mundo verde azul que fue mi infancia. Así de una manera u otra las palabras se fueron formando para dar luz dentro de la penumbra de mis conocimientos.

Entiendo a partir de esto el porque de pequeños se nos dice que tenemos la oscuridad pero agradezco a la misma el que me permitiera hallar en ella fabulosos pensamientos abstractos del mundo en el que habitaban desde hadas, duendes y princesas hasta sapos que cantan y bailan, pues el cuerpo de la obra que soy se logro formar a partir de pequeños trozos de infancia.
Para mí la palabra, es el cuerpo de la obra como lo dice Víctor Fuente Mayor, pero no solo de la obra escrita sino de la obra maestra que somos todos y cada uno.

“la escucha de los sentidos es la labor previa a toda enseñanza”[1] y la escucha de mis sentidos siempre estuvo presente y atenta a ese mundo que se me presentaba a mis ojos, a ese mundo donde me movía en distintas direcciones y que era formado por cosas tan simples y naturales, como la belleza de la flor, los sabores dulces, el temor infundido a la noche y a la oscuridad, el color de los lagartos que yo agarraba con mis pequeñas manos y a los cuales solía cortarle la cola para observar maravillada como se revolcaban solas, el rose de mi cuerpo con el de mi madre desnuda y que fueron reconocimientos previos a la enseñanza donde yo manifestaba el sentido que tenia de cada cosa el cual no se podría lograr sin el conocimiento previo de las experiencias sensibles.

En pocas palabras mis primeros conocimientos y mi primera lectura del mundo estuvo guiada por el aprendizaje de todo lo que entraba a través de mis sentidos. Aquí en esta primera etapa no hubo lugar para la palabra escrita como tal, sino para el reconocimiento de cada cosa que nos rodea desde las más simples hasta las más complejas y que va orientada por la visión del mundo que mis primeros educadores en este caso, mi madre joven y alegre y mi abuela me quisieron mostrar a través de ese mundo vivo lleno de experiencias felices y atractivas, como también de aquellas amargas, como pincharse los dedos con las espinas de un hermoso captus. Todo esto hizo posible mi posterior adaptación al mundo de las letras.

Mi lectura de la palabra
Me inicie en la lectura de la palabra a los cinco años de edad, en la cocina de mi casa, donde había sin duda un sin numero de palabras que yo quería aprender a escribir y por supuesto a leer; desde queso que era mi favorita hasta galletas y leche, allí en esa cocina que yo veía grandota con un lapicito y un pedazo de bolsa de panadería, la abuela empezó a enseñarme que esto se escribía así y se leía de tal forma, comenzando por el sonido de la m, agregándole vocales, rematando con otras consonantes aprendí mamá, papá etc. Hasta queso, palabra que escribía con c, razón que hacia morir de risa a la abuela y en una ocasión también a mi mamá, que me explicaba que allí decía ceso y no queso aunque yo no lo entendía.

Mi abuela se esmero por enseñarme con el viejo método de m+a = ma, m+a+ma = mama, etc.
También aprendí a esta edad mis temores a ir a la escuela, la primaria descrita por la abuela era una pesadilla abrumadora, que la profe le pegara a los niños con una férula me asustaba mucho, que dejaba muchas tareas también, que había que madrugar era fatal, etc, cosas, que hacían que yo me llenara de miedos infundidos a mi primer día de clase. Lo único bueno y por rescatar era que la abuela también contaba que allí en el patio de la escuela, ya ala salida, vendían unas deliciosas cochas que ella solía comerse a escondidas antes del almuerzo.

Comencé a estudiar en un lindo jardín ubicado en la calle “el carretero” de Ocaña, llamado Jardín infantil EL GRILLOTE; mi primera maestra dulce y tierna como la mayoría de preescolar se llamaba Liliana, con ella y de su mano me aventure en el campo de las letras y en el conocimiento de los fenómenos del mundo.

Mis deditos, siempre fueron los mas sucios de la clase, pintados de tempera o vinilo tatuados levemente en el delantalcito que mi mamá me hizo y del cual fui la primera en estrenar, era una niña imaginativa y creadora, a la cual le gustaban mucho los tonos fuertes y cuyo contraste lograba mezclándolos unos con otros sobre mi lonchera rosada, plasmando en ella como un artista muy precoz toda una sopa de lindos colores que yo deseaba lamer antes de terminada la clase.

Mi aprendizaje fue muy normal y a buen ritmo, de no ser porque solía pintar mucha lluvia en mis dibujos lo cual era preocupante a los ojos de mi maestra. Aunque siempre me mostré triste fui muy activa en la escuela, atenta a los sucesos y siempre pendiente de las órdenes y orientaciones de mis superiores. Así captaba la belleza de la naturaleza, llenando la pureza de las hojas en blanco de siluetas, de círculos, de muchas formas y letras, que dejaban ver mi pronta apropiación del mundo.
Después de los dibujos de pececitos que movían sus colas en mi cabeza imaginativamente, de gatos, flores y del dominio de los números, vinieron las primeras palabras que me fueron reenseñadas en la primaria, comenzando nuevamente por las bocales que aprendí a pronunciar perfectamente cuando avanzaba a transición y continuando con la formación de las palabras en si mas adelante entre primero y segundo de primaria.

En esta nueva etapa aprendí a leer ya escribir guiada por una profesora ya de edad avanzada y muy jovial con sus niñas, llamada Susana Márquez de Machi, y la que coincidencialmente había sido la primera maestra de mi padre, razón que motivo su cariño hacia mi y su exigencia también. Estudie toda mi primaria en un colegio femenino religioso de Ocaña llamado escuela anexa a la Normal Nacional de Señoritas. De esta edad (aproximadamente entre los seis y nueve años) vienen a mi las imágenes de dos tiernas personas, la hermana Margarita, una religiosa que dedico su vida al servicio de la comunidad presentina, y que lidiaba con mis dolores de estomago matutinos, consolándome en ese entonces con agüitas de distintas yerbas medicinales. Y la otra la rectora de la institución doña Fabiola Pérez de papa que con su paciencia sabia manejar mis pequeñas travesuras encausándome hacia un comportamiento ejemplar mas adelante.

Con mi primera maestra aprendí a leer pronto, con las dificultades claro esta que nunca falta, como por ejemplo el confundir la d con la b y la mala ortografía con fundiendo la c con la s y remplazando la z con la x las cuales logre superar en años mas avanzados, entre el tercero y el cuarto de primaria.

Me hacia muy feliz poder leer, aunque no faltaba la mala pronunciación, me deleitaba en derrochar mis energías en la lectura de mis primeros libros, entre los que recuerdo el cuento “la tortuga des dentada” del autor Ocañero Alfonso Lobo Amaya, que me fue obsequiado y el cual termino por pasar sus últimos días en una caneca de basura, años mas tarde, desojado y duramente maltratado por mis manos que quisieron sacarle todo el jugo.
A esta le siguieron otras obras, como “la mona viste de seda” lectura extraída de una cartilla de aprendizajes, y cuentos y leyendas populares, sin contar con las retahílas y la fiel lectura de los escritos de Rafael Pombo, textos que aun palpitan en mi memoria, los cuales podría aun recitar de pies a cabeza.

Más adelante, historias que iban tomando otras formas, como “la montaña de los cristales”, del mismo autor ocañero Alfonso Lobo Amaya, donde se unen en fiel matrimonio el dialecto popular y la historia local, con un poco de magia y poesía lírica, y mucha ternura e imaginación, para formar una obra artística llamada cuento, y en la cual yo me aventuraba por el municipio de Abrego, montaña arriba, llegando a la esperanza y mas allá, para extraer de esta historia toda la belleza del paisaje rural y de su cultura y creencias, ya fuera de la mano de Cabeto su protagonista, o del propio Lobo Amaya, que no escatimaba en palabras y en fieles descripciones.

Finalicé mis primeros años de lectura con las que considero grandes obras, como ”la Maria” de Jorge Isaac, “la hojarasca” del premio novel, Gabriel García Márquez, y de otras como “Aura o las violetas” y varios cuentos entre los que mas recuerdo “ Isabel viendo llover en macondo”, “un señor muy grande con las alas muy enormes“, “la triste historia de la Candida Herendida y su abuela desalmada” y muchas mas que incluyen obras para teatro, entre mis favoritas las de el autor Pedro Calderón de la Barca y cuyos libretos permanecen intactos en mi mente, y mas relatos, cuentos y poemas, como los que cabe destacar tienen la talla de cualquier autor recocido, que apenas salieron a la luz al ser publicados hace poco tiempo, y de cuyo autor fui fuertemente influenciada, el escritor Álvaro Ramón Nieto, quien dio a conocer su primera obra poética, titulada “Huellas del tiempo, poemario” el es el compañero sentimental de mi mamá, padre de mis hermanos, y que de una u otra forma ha hecho las veces de padre en mi.





Tercer momento:
Lectura del mundo


Mis padres:
De mi padre es poco lo que recuerdo, su dureza y la firmeza de sus palabras aun rebotan en mi cabeza, era un hombre lleno de vida, que casi siempre vestía de saco y corbata. El solía decir: el mundo es duro como dura es la piedra por eso hay que enfrentarlo con dureza, firmeza y mucha astucia, no hay que dejarse azotar de el, hay que sacarle provecho a la vida y ser feliz.

Por testimonio de una tía, se que le gustaba la vida bohemia, el era alto, de buen porte y muy atractivo lo que lo llevo hacer un tanto mujeriego e inestable en el amor. Aunque pasivo y silencioso le encantaba el buen licor, las mujeres bonitas y entres sus hobbies me cuentan, estaba la pintura y la escritura de poemas que nunca dejo ver a la luz. aunque a veces con su frialdad solo me reflejaba un hombre indiferente e imparcial, me dejo ver sus cariño y sus concejos que me daba cuando yo era muy niña y siempre que estábamos a solas, murió el veintitrés de junio del noventa y cinco a pocas cuadras de la oficina donde litigaba siendo la ultima ves que lo vi. Hacia unos meses. Hoy extraño su mirada, su porte y elegancia, y el cariño que como hija siempre espere que me brindara.

Mi madre por otro lado a la que recuerdo como una mejer joven y bonita que se marcho a trabajar lejos, daba su vida por mi, con ella siempre hubo cabida en mis primeros años de infancia para los juegos a las escondidas, donde ambas íbamos a para debajo de la cama, y gracias a la cual descubrí que bajo ella (la cama no se escondía ningún pulpo con grandes tentáculos. Con ella compartí mis primeros juegos y a diferencia de mi padre, mi mama me acompaño en mis primeros pasos, la perdida de mi primer diente, el primer día de clases etc. Hasta que un día se marcho a trabajar lejos y dejamos de compartir todo ese tiempo tan valioso. Con mi mamá conocí un mundo mágico, me enseño a ver con sus esfuerzos, que las cosas siempre se pueden mejorar y me dio una visión del mundo más sana y feliz.
El lugar donde crecí:
La casa donde nací tenia un gran solar con árboles fuertes y sanos que muy seguidamente nos obsequiaban frutos, contaba con unas tres o cuatro habitaciones, dos de las tres estaban clausuradas desde la muerte de mi abuelo, al que no alcance a conocer y las cuales siempre llamaron mi atención por los muchos sustos que en ellas pasaba.
La casa estaba encantada, hechos sien implicación ocurrían con frecuencia. Crecí mis primeros años en constante vigilancia toda la noche, todo por que me aterraban los pasos firmes y fuertes que se escuchaban en la madrugada venir de la puerta de la casa al aposento donde dormíamos mi mamá y yo e igualmente por el persistente sonido de algo pequeño y redondo como una balina que rodaba desde la sala hasta el portón que daba al patio y que posteriormente se alejaba hacia la cocina. Allí en esa casa descubrí más de un alma en pena que me desarropaba por la noche y el zumbido que traía miles de voces de espíritus perdido entre la penumbra.

Como la casa de mi infancia tenia un solar me fue aceptado tener una mascota, se llamo Mafalda y era una gata pequeña, blanco y negro y de pocos bigotes, también tuve la oportunidad de tomar en adopción un morrocoy, obsequiado por el compadre de mi abuela al que yo llamaba el compadre toño; esos dos compañeros fueron mis amigos incondicionales por unos años al tiempo que yo conocí el mundo de las plantas, de los árboles, de la quebrada que quedaba cerca de la casa etc. Ya fueran mi madre o mi abuela o ambas me llevaban en ocasiones a recorrer la pradera como se llama, y a la cual yo nombraba el campito era verde y dejaba correr por las aguas que por ella circulaba una claridad en la que yo quería bañarme y a la que m enseño mi madre arrojar piedritas para ver los chasquidos que producían.
En ese sitio tuve mi primer contacto con la pureza verde de mis recuerdos allí corrí y derroche energía en ocasiones, encontré mi primer diente de león y robe mis primeras guayabas. Se podría decir que fue mi primer contacto con el mundo natural que yo conocí.



Mi compañera de infancia:
La abuela “cuya” fue mi compañera constante de niña ella era de baja estatura y agarrada, ja ja ja, es que así le llamamos en Ocaña a las gorditas parejas. En sus piernas fuertes y rollizas me sentaba para cantarme una canción de su juventud, para hablarme de sus aventuras de adolescencia, de sus fiestas con vestidos de popelina y bombachos, de sus escapadas al rió con sus hermanas, de la vaca loca y las aventuras del abuelo ”pedro”, entusiasmándome a mi al retorno de ese mundo del ayer donde se viajaba a mula, los carros eran muy contados, el televisor a blanco y negro y donde el presidente Gustavo Rojas Pinilla enviaba de casa en casa lindas muñecas para las niñas, donde las pequeñas usaban vestidos almidonados y grandes corbatas de citas en el cabello. la abuela relataba los años en los que se dedicaba a vender sombreros y me enseñaba también a hacer los posicles para los niños. Tenía siempre energía para inculcarme los buenos hábitos y me manejaba a su consideración, sin darme tregua para excederme en mis acciones por insignificante que fueran.

Las historias:
Me hablaban mucho de historias fabulosas de mucha imaginación, también me hablaban de las historias de infancia de mis abuelos y sus aventuras en la ciudad de Ocaña, escuchaba también temas de política que era uno de los temas favoritos de papá me hablaban también de cuentos populares de la región y de animas en pena que azotaban la casa con sus lamentos a nueva noche.

Relaciones con otras personas:
Mis primeras relaciones de infancia fueron pésimas tenia mis muñecas Jessica, Tatiana y Abigail para mi sola y no compartía tiempo con otros niños, todo esto debido a los temores de la abuela de que otros me hicieran daño, a la forma como me inculco que es mejor estar solo que mal acompañado, razón de ser que me llevaba a aislarme del mundo y a recluirme en una soledad tan profunda que en ocasiones me acechaba de tal forma de llegar a convertirme en un ser asocial e inseguro. Hecho que me impidió establecer vínculos afectivos con otras personas fuera del vinculo familiar y que se vio fuertemente apoyado por las primeras sombras de un trastorno afectivo que hoy día padezco, y que me invitaba de niña a pasar varias horas al lado de Ikky un amigo de relación intima y producto de una precaria conciencia del mundo que me ayudaba a tras tocar la realidad.

Sitios que visité:
Fueron pocos los sitios que visite de pequeña casi nulos, no salía a ninguna parte pues los miedos a todo de la abuela “cuya” salían a flote cada ves que yo ponía un pie fuera de la casa. A duras penas conocí la casa y el colegio y el camino entre uno y otro, desconocía barrios y tenia un pésimo sentido de la orientación que aun conservo. Solo tengo memoria de un paseo que hice con mi madre a Barichara Santander donde quede encantada de ese pueblecito colonial de tierra roja y por cuyas calles corrí sin temor alguno, otro sitio que conocí fue San Calixto pueblo ubicado en el departamento de norte de Santander y en el cual mi madre laboraba, de el solo me queda un profundo sabor a soledad y nostalgia de un pueblo chiquito y triste donde el frió penetra los huesos y se cala hasta endurecer el alma.
Años mas tarde en mi adolescencia abría de conocer muchos otros lugares pues los viajes y el conocimiento de otras culturas es algo que me entuiciasma fuertemente.

Quien contaba las historias:
Las historias eran contadas de una persona o de otra, venían de aquí o de allá como el soplido del viento, ya saliendo de la boca de la abuela para encarnarse en el recuerdo o de no de la creatividad de mamá para hacerme suspirar con sus recorridos por el mundo de las letras.
Casi siempre eran relatos de los hechos que recordaban de sus vivencias pasadas, pero uno que otro iba bañado de magia que ellas dos sabían imprimirle a cada palabra, a cada frase, a cada creación, historias que casi siempre eran tan morales y tan cubiertas de gracia pura al mismo tiempo, que era como dijo en una oportunidad Gabo “como comer depuse del almuerzo”, es decir estaban contadas con tanto pudor que casi siempre era imposible comérselas.

Mis relaciones con el mundo:
Mis relaciones con otras personas fueron pobres, los adultos me parecían frios y calculadores y los niños lejanos y torpes.

Solo pasaba largas horas en conversación con Ikki, el me relataba con voz suave y tenue una y otra vez las historias de terror que me hacían detestar la llegada de la oscuridad al ocultarse el sol en la noche, esos cuentos tomaban formas se convertían en seres de ultra tumba que venían a comerme como decía Ikki, a triturarme. Esas y otras relaciones eran mi vínculo con mi mundo real o irreal, y era la base de mi crecimiento intelectual, a la vez que a él, que a Ikki se le ocurría recitarme un poema de Adolfo Milanes o de Porfirio Barba Jacob o de muchos otros que me acompañaron en los días de mi niñez.

Mis anecdotas:
La anécdota que mas recuerdo y que me causa gracia se remonta a mis escasos seis o siete años, ocurrió en la casa donde crecí y fue un hecho curioso donde el ladrón fue atrapado con las manos en la masa y ¡vaya que masa!, me hallaba recostada en el sofá distrayéndome con los sonidos de la tarde, donde uno que otro vendedor se acercaba a la puerta de la casa con productos que a mi edad eran tentativos, que vendían cochas, que si compran nieves, que esto y que aquello, etc., y entre esos antojos a mi se me ocurre desplazarme con mucho sigilo hacia la nevera para robarme con toda la inocencia un pocicle de esos que la abuela vendía a $20 pesos, y como si no fuera poco me vi tentada a lamerle todo el rocío de nieve que se pega al vaso, cual sería mi sorpresa al sentir mi lengua pegada al pocillo de aluminio, y al salir gritando para la cocina donde esperaba el auxilio de la abuela este se despega como una manzana que cae de un arbusto, donde yacía agarrada, dejando un pedazo de mi lengua pegado a este y la sangre corría por mi boca como si fuera un “drácula”. Allí mismo fue detectado mi hurto, que en este caso se vio agravado por lesiones personales al hurtante.




Ejemplos que recibí:
Los ejemplos escritores por otro lado lo recibí del mundo que me rodea, desde el buen hábito de la lectura de obras novelescas de mi madre, hasta la vida bohemia que se hacía poesía en mi padre. Pero muy en especial fui influenciada por la inclinación a ser del mundo un poema de un hombre llamado Alvaro Nieto a quien ya mencioné atrás y quien nace de sus acciones toda una oda poética a la vida, frío, enérgico y con carácter indomable, es como un gato negro cuyos ojos grises miran al mundo con celo, ansioso de lamerse las palabras para convertirlas en verso, en verso libre y fugaz, bañado de un poco de escepticismo al mismo tiempo y con la pureza de sus metáforas, él hace de su cotidianidad una historia y me enseñó al tiempo que hay que ver que en todo suceso hay una manifestación artística que plasmar en una hoja.

Lectura de la Palabra

Mi primer día de clases:
Vestida con una faldita roja con apliques de flores de colores vivos, le di mi primer respiro a la escuela. Era un bonito jardín infantil llamado El Grillote, con un enorme y feliz grillo pintado en la pared, cuya expresión me llena de nostalgia por aquella obra maestra llamada el Quijote de la Mancha, y de las cuales aprendí mis primeros guiones de teatro. Cuando pequeña esa imagen donde el Quijote sostiene en su mano un escudo, es la misma que recuerdo de aquel grillo, que en vez de escudo se protegía con una flor y que a mi me causaba ternura, risa y a la vez temor, ante ese bichote verde que tenía al frente todas las mañanas. El jardín tenía atrás en uno de los patios un pozo con pececitos y además éramos acompañados diariamente en nuestras horas de descanso por un gran pastor Alemán al que llamamos Lazie nuestra mascota.

En mi primer día de clases la profesora me miró con mucho cariño y me invito a estrenar la loncherita y hacer los primeros garabatos en la cartilla de trabajo de la cual creo, que recuerdo se llamaba el trencito, la voz de la maestra era dulce y tierna, pero su mirada era algo triste y opaca, solía mover sus manos con ademanes muy suaves pero firmes en el pizarron y sus palabras eran como un susurro bueno, excepto cuando Jhoncito se ensañaba conmigo mordiéndome el brazo, entonces ella gritaba en cólera y me regañaba a mí y a él, a ambos, a él por abuso y agresividad en mi contra, y a mi por “pendeja” por así decirlo, siempre tan callada y sin objetar nada.

Metodos de enseñanza
La maestra tenía métodos comunes de enseñanza los mismos que hoy en día son practicados( sintético-fonético), aprendimos a identificar cada letra como se escribe y como suena, es decir como se pronuncia, que pasa si uno una vocal con una consonante, como sonaría, que dice, que significa, así aprendí que M más a igual ma que p más e igual pe, luego unimos la misma vocal con la misma consonante repitiendo dos veces la sílaba y sonaba mamá, pepe, nana, etc., siguiendo luego con palabras más complejas y para finalizar con la unión de éstas a través de conectores, presencia de un verbo, de un sujeto, etc., formando así frases y terminando en párrafos en los cuales el texto iba tomando forma. Las tareas por su lado fueron sencillas para luego ir aumentando el grado de dificultad, comenzamos por el garabateo de formas, la suma de dos o más números, la clasificación de frases, el nombre de los animales, la clasificación por reinos, finalizando por hallar derivadas en x o en y, o encontrar cariotipos genéticos de tales personas, clasificarlas por genes, hallar el posible trastorno por trisomia, etc., o de no entre mis tareas favoritas y la única que recuerdo con verdadero placer la de pasar tardes enteras en mi colegio, en mis años de secundaria, organizando los materiales para el centro literario, repartiendo personajes, libretos, y funciones que iban desde aprender un libro por completo y montar una escenografía para representarlo, hasta comprometerse con la ambientación o con la repartición del café y las galletas como el refrigerio.

Mis primeras cartillas:
Entre mis primeras cartillas figuro Nacho lee y Nacho escribe, las cuales aún recuerdo con cariño pues la profesora de primaria nos las prestaba en la escuela para desarrolláramos ejercicios de lecto –escritura. A estas le siguieron otras complejas como las de aventuras lingüísticas o aventuras matemáticas, las cartillas que no faltan de la Editorial Voluntad, que tienen en la portada un payasito y una especial donde contaban mitos y leyendas, y así sucesivamente aumentando la complejidad hasta que en los grados superiores de bachillerato se nos fueron asignados los textos para todas las materias de la Editorial Santillana, de los cuales la profesora extraía las preguntas del examen que casi siempre fuese escrito y en pocas ocasiones de selección múltiple, pues ella consideraba que estos no le permitían conocer las fortalezas o debilidades del estudiante, sino el grado de buena suerte que tenían al atinarle a una o varias preguntas.

Los estimulos:
Estímulos claro que hubo, las estudiantes destacadas ganaban para comenzar mayor confianza del profesor y el derecho a ser su mano derecha en el salón de clases, que en mi caso serían varias asignaturas pero en especial con la profe Tere de lengua castellana. A la vez se les permitía pertenecer a diferentes actividades formativas del colegio, en mi caso fue la Banda Musico Marcial, aunque también se contaban entre otros los grupos de danzas, las revistas gimnasticas, la Tuna, etc.

Los castigos:
Aunque claro está como hay premios hay castigos, y en especial los hubo en los años de primaria y entre los que están perder la jornada del recreo haciendo planas en el salón de clases o en mi caso hallando el número de los bits y los bytes en forma manual en una oración, cuando apenas cursaba el sexto grado.

La biblioteca de la escuela:
A Biblioteca ibamos en muy contadas ocasiones, ya bien porque la de primaria era muy precaria y no tenía buena atención o porque la de secundaria en la presentación, tenía en su inventario los mismos libros que a mi me obsequiaban en la casa, razón que no me motivaba a acercarme por allá, allí, en la biblioteca, solo sacaba libros como Enciclopedias de última edición que utilizaba para algunos trabajos cuando no encontraba las respuesta en Encarta, cosa que ocurría en contadas ocasiones.

El aprendizaje:
En las aulas de la escuela resonaba como un eco la retahíla de la maestra de primaria que acompañada de una tiza escribía una palabra en el tablero y la repetía, hasta que nos quedaba a nosotras resonando en la cabeza, para el finalizar adherirse fuertemente en la memoria tan escasa que teníamos aún.

Mis avances en la escuela por otro lado, se dieron con el tiempo, empecé a andar a tientas dentro de la oscuridad de mis saberes, para trastocarme con cada nuevo aprendizaje, solía temerle a los nuevos retos, pues siempre traía nuevos fracasos; aprendí prontamente a leer, pero aquello de escribir me costó mucho trabajo, a duras penas mi letra era legible, y los problemas de aprendizaje no se hicieron esperar; fui durante largo tiempo una de las mas rezagadas de la clase, vivencie lo que era el miedo de repetir un año académico, y sufrí con cada nueva caída y levantada, no porque fuera escasa de cerebro sino por mi torpeza que cargaba con todo un trastorno psicológico muy temprano. Nunca me adapte al grupo, a las distintas profesoras, a los cambios bruscos, al avanzar tan veloz de los años, al paso de un grado al otro, etc.

Me era imposible acogerme a los métodos de enseñanza que empleaban mis tutores y casi siempre terminaba por asistir a clases particulares de refuerzo con otros maestros en varias asignaturas, excepto para Español, pues mi buena interpretación textual y mis alcances de expresión oral me salvaron en más de una ocasión el pellejo.

Todo esto mejoró con el paso de los años, alcancé a nivelarme el cuarto de primaria para ya no ocupar uno de los últimos puestos de la clase por distraída, maniática y ausente, y alcance buenos resultados en quinto. El sexto y el séptimo grado, es decir el paso a la secundaria fue decisivo para mí, o me convertía en la número uno del salón o repetía año a la fuerza, y aunque tuve que repetir el séptimo en dos ocasiones por motivos de conducta, alcance luego la aceptación de mis profesores, superando por fin al resto de la clase, logrando ocupar los primeros lugares de la clase en los años posteriores, lo cual fue muy satisfactorio y cuyo esfuerzo fue recompensado con el cariño y el apoyo de todos los miembros de la Institución Educativa donde curse mis estudios y de la cual soy bachiller egresada.

¡Que alegría!
Recuerdo con gozo mis primeros boletines en limpio, mis primeras fortalezas hacia la poesía y el teatro, mi primer día en la Banda Músico Marcial, pero muy en especial mi primera premiación con motivo a ser el primer tambor mayor en dirección de Bandas músico marciales femeninas y mixtas o el premio de primer lugar, el tercer concurso de poesía de la región realizado por la Universidad Francisco de Paula Santander Ocaña y el Ministerio de Cultura y Bellas Artes al igual que el segundo lugar en el primer concurso de cuento por el mismo ente organizador.

Mis tristezas:
Hay muchas cosas que recuerdo también con dolor, como el rechazo de mis compañeros de aula, que llamaban bicho raro a la niña hipersensible que hablaba con los borradores, lo cual me volvía un ser solitario y agresivo con el mundo, otros hechos como el trato por parte de mis primeros profesores que me llamaron inadaptada socialmente, pero en especial me dolió el hecho de la muerte de mi padre que me hizo desligarme por completo del mundo, volverme un ser algo abstracto y confuso para los demás, y llenarme de ansiedad y rencor que se reflejaba en mis comportamientos y en mis dificultades académicas en la escuela.

Autoevaluación del comportamiento lecto escritor hoy
Yo leo pocos libros hoy en día, me llaman la atención eso si las novelas filosóficas y la poesía, entre mis libros favoritos se destacan autores como Rambou, Federico Nietzche, Jean Paul Sartre, Kafka, entre otros, algunas pequeñas obras socialistas con autores como Max Weber, Karl Marx, o el propio Engel, y poemas sueltos que escucho de aquí y de allá y que me llaman profundamente la atención.

Le dedico poco tiempo a la lectura, paso meses sin leer y solo leo con frecuencia artículos y textos de crítica hacía la política y el arte y que se publican en periódicos como el tiempo.

La sección favorita del periódico para mí es la de salud, me encanta encontrar información sobre los avances científicos para los trastornos mentales y neurológicos, etc, así como textos de psicología y psiquiatría que son mis predilectos en el estudio del comportamiento humano.

Los principales motivos que tengo para leer son el placer de deleitarme con una buena obra por ejemplo las obras existencialistas también tienden a ser muy poéticas pues cambian la visión de la existencia y del mundo a través de una sola mirada a nosotros mismos y de una inspección de nuestras acciones, es como dejar nuestra vida en las manos de los revolucionarios de la literatura, es toda una metáfora de la existencia.

Entre los libros que tengo se encuentran libros socialistas como el capital, la rebelión de las masas, el problema de la sociología del conocimiento, manifiesto del partido comunista, el camarada de Marx entre otros. Libros de otro corte como los de Nietzche “Así hablaba Saratustra”, “La nada” de Sartre, “La metamorfosis”, “el Tunel” de Sabato, “El pasajero”, o “Niebla de Unamuno”, etc., filosóficas como “La República”, “Diálogos de Platón”, “Apologías de Sócrates”, “El mundo de Sofía” y más. Científicas como “Los Hijos de Africa”, “El mito del cerebro y del yo” de Llinas Riascos y otras notas científicas como el “Código Davinci”. Por último novelas románticas de la mano de la “María”, “Aura o las violetas”, “la vorágine” y parte de la colección de obras del tiempo, entre las que están “Rosario Tijeras” y “La Bruja” de German Castro Caicedo. Mi obra favorita es “Delirio” de Laura Restrepo, me la he leído como dos o tres veces y me encanta.

Leo cada vez que tengo un espacio libre y de relajación, tomar un libro me fascina, descifrar cada frase para entenderla mejor, actualmente, se podría decir solo estoy leyendo cada dos o tres veces, uno o dos libros.

Prefiero leer como decía Jaime Jaramillo Escobar en el tapete de la salita, me gustaría acompañarme como él de un buen café y en presencia del gato ronroneando en el sofá, al lado de la chimenea, por lo pronto leo sentada en un lugar tranquilo y sin distracciones, donde se escucha el sonido del vaivén de las hojas de un árbol, y el arrullo del viento acariciándome el rostro, dándome mucha frescura y relajación.

No visito bibliotecas pues considero los libros como decía X504, como amigos, y a los amigos uno no los presta a nadie, un amigo no va la casa de un desconocido y se obsequia para que lo traten como quieran, ni le da su entero corazón en las visitas a los desconocidos. A los libros que son amigos, hay que tenerlos con uno, leerlos, abrazarlos, deshojarlos con cariño, releerlos, resaltarlos y guardarlos muy cerca para que sientan tu cariño, por eso considero que no me gustan las bibliotecas públicas, porque te prestan a ese amigo por un rato y después al salir tanto tu como él se quedan solos y vacíos, el uno sin el otro, y así no se disfruta enteramente de su compañía y de su aporte al conocimiento.

Hago el esfuerzo por comprar libros aunque tenga que sacrificar el almuerzo, hace ya rato, más de un año que no compró libros por mi cuenta, pero me gusta tanto comprar como obsequiar, obsequiar un libro como dije es obsequiar un amigo, y eso se agradece toda la vida.

Yo escribo versos libres, escribo en mi diario, y para mi generalmente, escribo para poner a prueba mi habilidad de escritora y mi paciencia también, antes escribía para Ikki, mi amigo ahora escribo para mi, y alguna que otra vez para otras personas, para enseñarles a ver el mundo tal cual yo lo veo.

Actualmente escribo esporádicamente cuando siento ganas, antes estaba escribiendo casi todos los días, lo hacía para mi diario, acostumbraba a redactar los sucesos que vivía durante el día, llenándolos de magia y de mucha expresión, hacía de cada instante una eternidad.

Entre mis fortalezas escritoras está la de enfrascarme en lo que escribo, me meto en la escritura y no paro, me considero rápida para redactar textos y producirlos, no se me dificulta mucho encontrar palabras, pero si me gusta tanto que en ocasiones tiendo a repetir lo que ya había dicho anteriormente, o a caer en el uso de muletillas y otros errores, creo que es mi mayor debilidad, que tengo que observar varias veces el texto, corregir y suprimir en ocasiones, tarea que no me es muy grata.

En cuanto a la lectura depende de mi estado anímico a veces puedo llegar a devorar un libro en horas o en su defecto en pocos días dependiendo de su extensión, logrando comprenderlo y hasta expresarlo, más en otras oportunidades me cuesta tanto que gasto varios días, o hasta uno o dos meses para leerme un libro.

Para finalizar considero que leer es el acto a través del cual nos exploramos y descubrimos cosas que no conocíamos dentro de nosotros mismos, y escribir por otro lado es el acto a través del cual hacemos posible la exploración, y el descubrimiento en otros.


CONCLUSIONES

El aprendizaje de la lecto-escritura, depende en gran parte del medio circundante en el cual el niño se desarrolla, al igual que de sus vivencias, y depende al mismo tiempo de los estímulos que recibimos en nuestra edad temprana.

nuestro aprendizaje muchas veces se ve truncado por la falta de motivación de los maestros, en los colegios el promedio de los libros leídos por año escolar, no sobrepasa los cuatro, lo cual lleva a los estudiantes a tener una considerable pobreza lecto-escritora.

Los educadores además, deben adecuar los métodos de enseñanza, según la población que se esta educando, ofreciéndoles asi, a los niños y jóvenes herramientas para un buen aprendizaje lecto-escritor.

Pude descubrir en este trabajo que mi proceso lecto escritor, se vio favorecido por la influencia de personas muy creativas, que interactuaron conmigo en mi proceso de crecimiento, como son mis padres y mi abuela, y al mismo tiempo se vio truncado por métodos inadecuados de enseñanza, de mis profesores.

Mi proceso escritor se vio afectado sin duda, por que los maestros pretendían que los niños describieran el mundo tal cual lo ven los adultos, cortándoles las alas de la imaginación y de la creatividad de los niños, que no es mas que un prodigio de nobleza de los niños hacia este.

Por ultimo, me resta concluir que la lecto-escritura es un proceso inacabado y gradual, que se aprende durante toda la vida.
















[1] Víctor Fuente Mayor, El cuerpo de la obra, universidad de Maracaibo 1999.

martes, 18 de septiembre de 2007

trabajo de taller de lenguaje:mi lectura del mundo y de la palabra






MI LECTURA DEL MUNDO

Comenzaré diciendo que mi nombre es CLARA y mi mayor problema recordar, para ello creo debo abrir las puertas de mi memoria y dejar que como el caudal de un rió corran lo pensamientos a través de ella hasta desbordarse en palabras suaves que ayuden de alguna manera a tomar forma a este relato.

Viví mis primeros años en una casa mas o menos grande, situada en un barrio alejado del centro de la ciudad de Ocaña, en esa casa recuerdo había un bonito patio y un solar grande donde según contaba mi abuela vivía la madre monte, razón por la cual no me era permitido acercarme.
De la casa recuerdo también dos grandes habitaciones que se comunicaban y a las que yo tan chiquita llamaba el túnel del susto y que fueron construidas a lado y lado de una pequeñísima capilla donde yacía la imagen de Don José Gregorio Hernández.

Crecí al lado de dos mujeres que ahora reconozco han sido fuerte y luchadoras ambas, mi abuela que se aventuro en la tarea de educarme al ser ella quien me tenia a su lado y mi mamá que es marcho a trabajar a un pueblo infeliz cuando yo solo tenia seis años.

La abuela fría y calculadora a veces, y consentidora y alcahueta en otras, hacia brotar palabras mágicas de sus labios gruesos y un tanto arrugados por la llegada temprana de la vejez, para llenarme de sus historias de juventud, y a la ves de sus temores a los duendes que según ella asechaban a las jovencitas desjuiciadas. O bien sino, para arrullarme al son de “aserrín aserran los maderos de San Juan”.
Recuerdo que ella solía montarme en sus piernas acolchadas con sus robustos muslos y balbucearme las primeras letras que enriquecieron de uno u otro modo mi vocabulario, reviviendo sus años de infancia ya tan lejanos y enriqueciendo los míos.

Fue en el patio de la casa que recuerdo se instalo mi primera escuela de aprendizaje. Allí, donde los pájaros de la abuela cantaban incluido un azulejo llamado Calixto mi primera mascota, hallaron forma las primeras letras que con desmedido temor yo trataba de imitarle a la abuela, que se esmeraba por que yo aprendiera a paso veloz el arte de leer y escribir. Allí también y en las paredes aledañas deje tatuados mis primeros soles y mucha lluvia, que mis manos infantiles no se porque se esmeraban en dibujar como una forma de catarsis, para alimentar las lagrimas de un llanto intenso pero silencioso producto de la partida de mi madre y posteriormente de la muerte de mi padre.

Ellos en su conjunto me enseñaron a ver el mundo, a través del canto de las aves que alegraban la casa, del color de las frutas de los árboles entre mis favoritos el palo de guanábana que aun recuerdo, del aroma a conserva los diciembres o bien sino del arequipe fresco, de la textura de las plantas que la abuela limpiaba con café cada mañana, del sabor de la cocota madura, de los cuentos de la época de la violencia entre godos y cachiporros en cuyas asechanzas más de un liberal iba a parar bajo las camas de los aposentos de mis bisabuelos quienes nunca quisieron hacer parte de la guerra entre unos y otros, y en fin de todas esas experiencias que entraban a través de mis sentidos y ayudaban a construir ese mundo verde azul que fue mi infancia. Así de una manera u otra las palabras se fueron formando para dar luz dentro de la penumbra de mis conocimientos.

Entiendo a partir de esto el porque de pequeños se nos dice que tenemos la oscuridad pero agradezco a la misma el que me permitiera hallar en ella fabulosos pensamientos abstractos del mundo en el que habitaban desde hadas, duendes y princesas hasta sapos que cantan y bailan, pues el cuerpo de la obra que soy se logro formar a partir de pequeños trozos de infancia.
Para mí la palabra, es el cuerpo de la obra como lo dice Víctor Fuente Mayor, pero no solo de la obra escrita sino de la obra maestra que somos todos y cada uno.

“la escucha de los sentidos es la labor previa a toda enseñanza”
[1] y la escucha de mis sentidos siempre estuvo presente y atenta a ese mundo que se me presentaba a mis ojos, a ese mundo donde me movía en distintas direcciones y que era formado por cosas tan simples y naturales, como la belleza de la flor, los sabores dulces, el temor infundido a la noche y a la oscuridad, el color de los lagartos que yo agarraba con mis pequeñas manos y a los cuales solía cortarle la cola para observar maravillada como se revolcaban solas, el rose de mi cuerpo con el de mi madre desnuda y que fueron reconocimientos previos a la enseñanza donde yo manifestaba el sentido que tenia de cada cosa el cual no se podría lograr sin el conocimiento previo de las experiencias sensibles.

En pocas palabras mis primeros conocimientos y mi primera lectura del mundo estuvo guiada por el aprendizaje de todo lo que entraba a través de mis sentidos. Aquí en esta primera etapa no hubo lugar para la palabra escrita como tal, sino para el reconocimiento de cada cosa que nos rodea desde las más simples hasta las más complejas y que va orientada por la visión del mundo que mis primeros educadores en este caso, mi madre joven y alegre y mi abuela me quisieron mostrar a través de ese mundo vivo lleno de experiencias felices y atractivas, como también de aquellas amargas, como pincharse los dedos con las espinas de un hermoso captus. Todo esto hizo posible mi posterior adaptación al mundo de las letras.

Mi lectura de la palabra
Me inicie en la lectura de la palabra a los cinco años de edad, en la cocina de mi casa, donde había sin duda un sin numero de palabras que yo quería aprender a escribir y por supuesto a leer; desde queso que era mi favorita hasta galletas y leche, allí en esa cocina que yo veía grandota con un lapicito y un pedazo de bolsa de panadería, la abuela empezó a enseñarme que esto se escribía así y se leía de tal forma, comenzando por el sonido de la m, agregándole vocales, rematando con otras consonantes aprendí mamá, papá etc. Hasta queso, palabra que escribía con c, razón que hacia morir de risa a la abuela y en una ocasión también a mi mamá, que me explicaba que allí decía ceso y no queso aunque yo no lo entendía.

Mi abuela se esmero por enseñarme con el viejo método de m+a = ma, m+a+ma = mama, etc.
También aprendí a esta edad mis temores a ir a la escuela, la primaria descrita por la abuela era una pesadilla abrumadora, que la profe le pegara a los niños con una férula me asustaba mucho, que dejaba muchas tareas también, que había que madrugar era fatal, etc, cosas, que hacían que yo me llenara de miedos infundidos a mi primer día de clase. Lo único bueno y por rescatar era que la abuela también contaba que allí en el patio de la escuela, ya ala salida, vendían unas deliciosas cochas que ella solía comerse a escondidas antes del almuerzo.

Comencé a estudiar en un lindo jardín ubicado en la calle “el carretero” de Ocaña, llamado Jardín infantil EL GRILLOTE; mi primera maestra dulce y tierna como la mayoría de preescolar se llamaba Liliana, con ella y de su mano me aventure en el campo de las letras y en el conocimiento de los fenómenos del mundo.

Mis deditos, siempre fueron los mas sucios de la clase, pintados de tempera o vinilo tatuados levemente en el delantalcito que mi mamá me hizo y del cual fui la primera en estrenar, era una niña imaginativa y creadora, a la cual le gustaban mucho los tonos fuertes y cuyo contraste lograba mezclándolos unos con otros sobre mi lonchera rosada, plasmando en ella como un artista muy precoz toda una sopa de lindos colores que yo deseaba lamer antes de terminada la clase.

Mi aprendizaje fue muy normal y a buen ritmo, de no ser porque solía pintar mucha lluvia en mis dibujos lo cual era preocupante a los ojos de mi maestra. Aunque siempre me mostré triste fui muy activa en la escuela, atenta a los sucesos y siempre pendiente de las órdenes y orientaciones de mis superiores. Así captaba la belleza de la naturaleza, llenando la pureza de las hojas en blanco de siluetas, de círculos, de muchas formas y letras, que dejaban ver mi pronta apropiación del mundo.
Después de los dibujos de pececitos que movían sus colas en mi cabeza imaginativamente, de gatos, flores y del dominio de los números, vinieron las primeras palabras que me fueron reenseñadas en la primaria, comenzando nuevamente por las bocales que aprendí a pronunciar perfectamente cuando avanzaba a transición y continuando con la formación de las palabras en si mas adelante entre primero y segundo de primaria.

En esta nueva etapa aprendí a leer ya escribir guiada por una profesora ya de edad avanzada y muy jovial con sus niñas, llamada Susana Márquez de Machi, y la que coincidencialmente había sido la primera maestra de mi padre, razón que motivo su cariño hacia mi y su exigencia también. Estudie toda mi primaria en un colegio femenino religioso de Ocaña llamado escuela anexa a la Normal Nacional de Señoritas. De esta edad (aproximadamente entre los seis y nueve años) vienen a mi las imágenes de dos tiernas personas, la hermana Margarita, una religiosa que dedico su vida al servicio de la comunidad presentina, y que lidiaba con mis dolores de estomago matutinos, consolándome en ese entonces con agüitas de distintas yerbas medicinales. Y la otra la rectora de la institución doña Fabiola Pérez de papa que con su paciencia sabia manejar mis pequeñas travesuras encausándome hacia un comportamiento ejemplar mas adelante.

Con mi primera maestra aprendí a leer pronto, con las dificultades claro esta que nunca falta, como por ejemplo el confundir la d con la b y la mala ortografía con fundiendo la c con la s y remplazando la z con la x las cuales logre superar en años mas avanzados, entre el tercero y el cuarto de primaria.

Me hacia muy feliz poder leer, aunque no faltaba la mala pronunciación, me deleitaba en derrochar mis energías en la lectura de mis primeros libros, entre los que recuerdo el cuento “la tortuga des dentada” del autor Ocañero Alfonso Amaya Álvarez, que me fue obsequiado y el cual termino por pasar sus últimos días en una caneca de basura, años mas tarde, desojado y duramente maltratado por mis manos que quisieron sacarle todo el jugo.
A esta le siguieron otras obras, como “la mona viste de seda” lectura extraída de una cartilla de aprendizajes, y cuentos y leyendas populares, sin contar con las retahílas y la fiel lectura de los escritos de Rafael Pombo, textos que aun palpitan en mi memoria, los cuales podría aun recitar de pies a cabeza.

Más adelante, historias que iban tomando otras formas, como “la montaña de los cristales”, del mismo autor ocañero Alfonso Amaya, donde se unen en fiel matrimonio el dialecto popular y la historia local, con un poco de magia y poesía lírica, y mucha ternura e imaginación, para formar una obra artística llamada cuento, y en la cual yo me aventuraba por el municipio de Abrego, montaña arriba, llegando a la esperanza y mas allá, para extraer de esta historia toda la belleza del paisaje rural y de su cultura y creencias, ya fuera de la mano de Cabeto su protagonista, o del propio Amaya, que no escatimaba en palabras y en fieles descripciones.

Finalicé mis primeros años de lectura con las que considero grandes obras, como ”la Maria” de Jorge Isaac, “la hojarasca” del premio novel, Gabriel García Márquez, y de otras como “Aura o las violetas” y varios cuentos entre los que mas recuerdo “ Isabel viendo llover en macondo”, “un señor muy grande con las alas muy enormes“, “la triste historia de la Candida Herendida y su abuela desalmada” y muchas mas que incluyen obras para teatro, entre mis favoritas las de el autor Pedro Calderón de la Barca y cuyos libretos permanecen intactos en mi mente, y mas relatos, cuentos y poemas, como los que cabe destacar tienen la talla de cualquier autor recocido, que apenas salieron a la luz al ser publicados hace poco tiempo, y de cuyo autor fui fuertemente influenciada, el escritor Álvaro Ramón Nieto, quien dio a conocer su primera obra poética, titulada “Huellas del tiempo, poemario” el es el compañero sentimental de mi mamá, padre de mis hermanos, y que de una u otra forma ha hecho las veces de padre en mi.

Tercer momento:
Lectura del mundo

De mi padre es poco lo que recuerdo, su dureza y la firmeza de sus palabras aun rebotan en mi cabeza, era un hombre lleno de vida, que casi siempre vestía de saco y corbata. El solía decir: el mundo es duro como dura es la piedra por eso hay que enfrentarlo con dureza, firmeza y mucha astucia, no hay que dejarse azotar de el, hay que sacarle provecho a la vida y ser feliz.

Por testimonio de una tía, se que le gustaba la vida bohemia, el era alto, de buen porte y muy atractivo lo que lo llevo hacer un tanto mujeriego e inestable en el amor. Aunque pasivo y silencioso le encantaba el buen licor, las mujeres bonitas y entres sus hobbies me cuentan, estaba la pintura y la escritura de poemas que nunca dejo ver a la luz. aunque a veces con su frialdad solo me reflejaba un hombre indiferente e imparcial, me dejo ver sus cariño y sus concejos que me daba cuando yo era muy niña y siempre que estábamos a solas, murió el veintitrés de junio del noventa y cinco a pocas cuadras de la oficina donde litigaba siendo la ultima ves que lo vi. Hacia unos meses. Hoy extraño su mirada, su porte y elegancia, y el cariño que como hija siempre espere que me brindara.

Mi madre por otro lado a la que recuerdo como una mejer joven y bonita que se marcho a trabajar lejos, daba su vida por mi, con ella siempre hubo cabida en mis primeros años de infancia para los juegos a las escondidas, donde ambas íbamos a para debajo de la cama, y gracias a la cual descubrí que bajo ella (la cama no se escondía ningún pulpo con grandes tentáculos. Con ella compartí mis primeros juegos y a diferencia de mi padre, mi mama me acompaño en mis primeros pasos, la perdida de mi primer diente, el primer día de clases etc. Hasta que un día se marcho a trabajar lejos y dejamos de compartir todo ese tiempo tan valioso. Con mi mamá conocí un mundo mágico, me enseño a ver con sus esfuerzos, que las cosas siempre se pueden mejorar y me dio una visión del mundo más sana y feliz.

La casa donde nací tenia un gran solar con árboles fuertes y sanos que muy seguidamente nos obsequiaban frutos, contaba con unas tres o cuatro habitaciones, dos de las tres estaban clausuradas desde la muerte de mi abuelo, al que no alcance a conocer y las cuales siempre llamaron mi atención por los muchos sustos que en ellas pasaba.
La casa estaba encantada, hechos sien implicación ocurrían con frecuencia. Crecí mis primeros años en constante vigilancia toda la noche, todo por que me aterraban los pasos firmes y fuertes que se escuchaban en la madrugada venir de la puerta de la casa al aposento donde dormíamos mi mamá y yo e igualmente por el persistente sonido de algo pequeño y redondo como una balina que rodaba desde la sala hasta el portón que daba al patio y que posteriormente se alejaba hacia la cocina. Allí en esa casa descubrí más de un alma en pena que me desarropaba por la noche y el zumbido que traía miles de voces de espíritus perdido entre la penumbra.

Como la casa de mi infancia tenia un solar me fue aceptado tener una mascota, se llamo Mafalda y era una gata pequeña, blanco y negro y de pocos bigotes, también tuve la oportunidad de tomar en adopción un morrocoy, obsequiado por el compadre de mi abuela al que yo llamaba el compadre toño; esos dos compañeros fueron mis amigos incondicionales por unos años al tiempo que yo conocí el mundo de las plantas, de los árboles, de la quebrada que quedaba cerca de la casa etc. Ya fueran mi madre o mi abuela o ambas me llevaban en ocasiones a recorrer la pradera como se llama, y a la cual yo nombraba el campito era verde y dejaba correr por las aguas que por ella circulaba una claridad en la que yo quería bañarme y a la que m enseño mi madre arrojar piedritas para ver los chasquidos que producían.
En ese sitio tuve mi primer contacto con la pureza verde de mis recuerdos allí corrí y derroche energía en ocasiones, encontré mi primer diente de león y robe mis primeras guayabas. Se podría decir que fue mi primer contacto con el mundo natural que yo conocí.

La abuela “cuya” fue mi compañera constante de niña ella era de baja estatura y agarrada, ja ja ja, es que así le llamamos en Ocaña a las gorditas parejas. En sus piernas fuertes y rollizas me sentaba para cantarme una canción de su juventud, para hablarme de sus aventuras de adolescencia, de sus fiestas con vestidos de popelina y bombachos, de sus escapadas al rió con sus hermanas, de la vaca loca y las aventuras del abuelo ”pedro”, entusiasmándome a mi al retorno de ese mundo del ayer donde se viajaba a mula, los carros eran muy contados, el televisor a blanco y negro y donde el presidente Gustavo Rojas Pinilla enviaba de casa en casa lindas muñecas para las niñas, donde las pequeñas usaban vestidos almidonados y grandes corbatas de citas en el cabello. la abuela relataba los años en los que se dedicaba a vender sombreros y me enseñaba también a hacer los posicles para los niños. Tenía siempre energía para inculcarme los buenos hábitos y me manejaba a su consideración, sin darme tregua para excederme en mis acciones por insignificante que fueran.

Me hablaban mucho de historias fabulosas de mucha imaginación, también me hablaban de las historias de infancia de mis abuelos y sus aventuras en la ciudad de Ocaña, escuchaba también temas de política que era uno de los temas favoritos de papá me hablaban también de cuentos populares de la región y de animas en pena que azotaban la casa con sus lamentos a nueva noche.

Mis primeras relaciones de infancia fueron pésimas tenia mis muñecas Jessica, Tatiana y Abigail para mi sola y no compartía tiempo con otros niños, todo esto debido a los temores de la abuela de que otros me hicieran daño, a la forma como me inculco que es mejor estar solo que mal acompañado, razón de ser que me llevaba a aislarme del mundo y a recluirme en una soledad tan profunda que en ocasiones me acechaba de tal forma de llegar a convertirme en un ser asocial e inseguro. Hecho que me impidió establecer vínculos afectivos con otras personas fuera del vinculo familiar y que se vio fuertemente apoyado por las primeras sombras de un trastorno afectivo que hoy día padezco, y que me invitaba de niña a pasar varias horas al lado de Ikky un amigo de relación intima y producto de una precaria conciencia del mundo que me ayudaba a tras tocar la realidad.

Fueron pocos los sitios que visite de pequeña casi nulos, no salía a ninguna parte pues los miedos a todo de la abuela “cuya” salían a flote cada ves que yo ponía un pie fuera de la casa. A duras penas conocí la casa y el colegio y el camino entre uno y otro, desconocía barrios y tenia un pésimo sentido de la orientación que aun conservo. Solo tengo memoria de un paseo que hice con mi madre a Barichara Santander donde quede encantada de ese pueblecito colonial de tierra roja y por cuyas calles corrí sin temor alguno, otro sitio que conocí fue San Calixto pueblo ubicado en el departamento de norte de Santander y en el cual mi madre laboraba, de el solo me queda un profundo sabor a soledad y nostalgia de un pueblo chiquito y triste donde el frió penetra los huesos y se cala hasta endurecer el alma.
Años mas tarde en mi adolescencia abría de conocer muchos otros lugares pues los viajes y el conocimiento de otras culturas es algo que me entuiciasma fuertemente.

Las historias eran contadas de una persona o de otra, venían de aquí o de allá como el soplido del viento, ya saliendo de la boca de la abuela para encarnarse en el recuerdo o de no de la creatividad de mamá para hacerme suspirar con sus recorridos por el mundo de las letras.
Casi siempre eran relatos de los hechos que recordaban de sus vivencias pasadas, pero uno que otro iba bañado de magia que ellas dos sabían imprimirle a cada palabra, a cada frase, a cada creación, historias que casi siempre eran tan morales y tan cubiertas de gracia pura al mismo tiempo, que era como dijo en una oportunidad Gabo “como comer depuse del almuerzo”, es decir estaban contadas con tanto pudor que casi siempre era imposible comérselas.

Mis relaciones con otras personas fueron pobres, los adultos me parecían frios y calculadores y los niños lejanos y torpes.

Solo pasaba largas horas en conversación con Ikki, el me relataba con voz suave y tenue una y otra vez las historias de terror que me hacían detestar la llegada de la oscuridad al ocultarse el sol en la noche, esos cuentos tomaban formas se convertían en seres de ultra tumba que venían a comerme como decía Ikki, a triturarme. Esas y otras relaciones eran mi vínculo con mi mundo real o irreal, y era la base de mi crecimiento intelectual, a la vez que a él, que a Ikki se le ocurría recitarme un poema de Adolfo Milanes o de Porfirio Barba Jacob o de muchos otros que me acompañaron en los días de mi niñez.

La anécdota que mas recuerdo y que me causa gracia se remonta a mis escasos seis o siete años, ocurrió en la casa donde crecí y fue un hecho curioso donde el ladrón fue atrapado con las manos en la masa y ¡vaya que masa!, me hallaba recostada en el sofá distrayéndome con los sonidos de la tarde, donde uno que otro vendedor se acercaba a la puerta de la casa con productos que a mi edad eran tentativos, que vendían cochas, que si compran nieves, que esto y que aquello, etc., y entre esos antojos a mi se me ocurre desplazarme con mucho sigilo hacia la nevera para robarme con toda la inocencia un pocicle de esos que la abuela vendía a $20 pesos, y como si no fuera poco me vi tentada a lamerle todo el rocío de nieve que se pega al vaso, cual sería mi sorpresa al sentir mi lengua pegada al pocillo de aluminio, y al salir gritando para la cocina donde esperaba el auxilio de la abuela este se despega como una manzana que cae de un arbusto, donde yacía agarrada, dejando un pedazo de mi lengua pegado a este y la sangre corría por mi boca como si fuera un “drácula”. Allí mismo fue detectado mi hurto, que en este caso se vio agravado por lesiones personales al hurtante.

Los ejemplos escritores por otro lado lo recibí del mundo que me rodea, desde el buen hábito de la lectura de obras novelescas de mi madre, hasta la vida bohemia que se hacía poesía en mi padre. Pero muy en especial fui influenciada por la inclinación a ser del mundo un poema de un hombre llamado Alvaro Nieto a quien ya mencioné atrás y quien nace de sus acciones toda una oda poética a la vida, frío, enérgico y con carácter indomable, es como un gato negro cuyos ojos grises miran al mundo con celo, ansioso de lamerse las palabras para convertirlas en verso, en verso libre y fugaz, bañado de un poco de escepticismo al mismo tiempo y con la pureza de sus metáforas, él hace de su cotidianidad una historia y me enseñó al tiempo que hay que ver que en todo suceso hay una manifestación artística que plasmar en una hoja.

Lectura de la Palabra
Vestida con una faldita roja con apliques de flores de colores vivos, le di mi primer respiro a la escuela. Era un bonito jardín infantil llamado El Grillote, con un enorme y feliz grillo pintado en la pared, cuya expresión me llena de nostalgia por aquella obra maestra llamada el Quijote de la Mancha, y de las cuales aprendí mis primeros guiones de teatro. Cuando pequeña esa imagen donde el Quijote sostiene en su mano un escudo, es la misma que recuerdo de aquel grillo, que en vez de escudo se protegía con una flor y que a mi me causaba ternura, risa y a la vez temor, ante ese bichote verde que tenía al frente todas las mañanas. El jardín tenía atrás en uno de los patios un pozo con pececitos y además éramos acompañados diariamente en nuestras horas de descanso por un gran pastor Alemán al que llamamos Lazie nuestra mascota.

En mi primer día de clases la profesora me miró con mucho cariño y me invito a estrenar la loncherita y hacer los primeros garabatos en la cartilla de trabajo de la cual creo, que recuerdo se llamaba el trencito, la voz de la maestra era dulce y tierna, pero su mirada era algo triste y opaca, solía mover sus manos con ademanes muy suaves pero firmes en el pizarron y sus palabras eran como un susurro bueno, excepto cuando Jhoncito se ensañaba conmigo mordiéndome el brazo, entonces ella gritaba en cólera y me regañaba a mí y a él, a ambos, a él por abuso y agresividad en mi contra, y a mi por “pendeja” por así decirlo, siempre tan callada y sin objetar nada.

La maestra tenía métodos comunes de enseñanza los mismos que hoy en día son practicados, aprendimos a identificar cada letra como se escribe y como suena, es decir como se pronuncia, que pasa si uno una vocal con una consonante, como sonaría, que dice, que significa, así aprendí que M más a igual ma que p más e igual pe, luego unimos la misma vocal con la misma consonante repitiendo dos veces la sílaba y sonaba mamá, pepe, nana, etc., siguiendo luego con palabras más complejas y para finalizar con la unión de éstas a través de conectores, presencia de un verbo, de un sujeto, etc., formando así frases y terminando en párrafos en los cuales el texto iba tomando forma. Las tareas por su lado fueron sencillas para luego ir aumentando el grado de dificultad, comenzamos por el garabateo de formas, la suma de dos o más números, la clasificación de frases, el nombre de los animales, la clasificación por reinos, finalizando por hallar derivadas en x o en y, o encontrar cariotipos genéticos de tales personas, clasificarlas por genes, hallar el posible trastorno por trisomia, etc., o de no entre mis tareas favoritas y la única que recuerdo con verdadero placer la de pasar tardes enteras en mi colegio, en mis años de secundaria, organizando los materiales para el centro literario, repartiendo personajes, libretos, y funciones que iban desde aprender un libro por completo y montar una escenografía para representarlo, hasta comprometerse con la ambientación o con la repartición del café y las galletas como el refrigerio.
Entre mis primeras cartillas figuro Nacho lee y Nacho escribe, las cuales aún recuerdo con cariño pues la profesora de primaria nos las prestaba en la escuela para desarrolláramos ejercicios de lecto –escritura. A estas le siguieron otras complejas como las de aventuras lingüísticas o aventuras matemáticas, las cartillas que no faltan de la Editorial Voluntad, que tienen en la portada un payasito y una especial donde contaban mitos y leyendas, y así sucesivamente aumentando la complejidad hasta que en los grados superiores de bachillerato se nos fueron asignados los textos para todas las materias de la Editorial Santillana, de los cuales la profesora extraía las preguntas del examen que casi siempre fuese escrito y en pocas ocasiones de selección múltiple, pues ella consideraba que estos no le permitían conocer las fortalezas o debilidades del estudiante, sino el grado de buena suerte que tenían al atinarle a una o varias preguntas.

Estímulos claro que hubo, las estudiantes destacadas ganaban para comenzar mayor confianza del profesor y el derecho a ser su mano derecha en el salón de clases, que en mi caso serían varias asignaturas pero en especial con la profe Tere de lengua castellana. A la vez se les permitía pertenecer a diferentes actividades formativas del colegio, en mi caso fue la Banda Musico Marcial, aunque también se contaban entre otros los grupos de danzas, las revistas gimnasticas, la Tuna, etc.

Aunque claro está como hay premios hay castigos, y en especial los hubo en los años de primaria y entre los que están perder la jornada del recreo haciendo planas en el salón de clases o en mi caso hallando el número de los bits y los bytes en forma manual en una oración, cuando apenas cursaba el sexto grado.

A Biblioteca ibamos en muy contadas ocasiones, ya bien porque la de primaria era muy precaria y no tenía buena atención o porque la de secundaria en la presentación, tenía en su inventario los mismos libros que a mi me obsequiaban en la casa, razón que no me motivaba a acercarme por allá, allí, en la biblioteca, solo sacaba libros como Enciclopedias de última edición que utilizaba para algunos trabajos cuando no encontraba las respuesta en Encarta, cosa que ocurría en contadas ocasiones.

En las aulas de la escuela resonaba como un eco la retahíla de la maestra de primaria que acompañada de una tiza escribía una palabra en el tablero y la repetía, hasta que nos quedaba a nosotras resonando en la cabeza, para el finalizar adherirse fuertemente en la memoria tan escasa que teníamos aún.

Mis avances en la escuela por otro lado, se dieron con el tiempo, empecé a andar a tientas dentro de la oscuridad de mis saberes, para trastocarme con cada nuevo aprendizaje, solía temerle a los nuevos retos, pues siempre traía nuevos fracasos; aprendí prontamente a leer, pero aquello de escribir me costó mucho trabajo, a duras penas mi letra era legible, y los problemas de aprendizaje no se hicieron esperar; fui durante largo tiempo una de las mas rezagadas de la clase, vivencie lo que era el miedo de repetir un año académico, y sufrí con cada nueva caída y levantada, no porque fuera escasa de cerebro sino por mi torpeza que cargaba con todo un trastorno psicológico muy temprano. Nunca me adapte al grupo, a las distintas profesoras, a los cambios bruscos, al avanzar tan veloz de los años, al paso de un grado al otro, etc.

Me era imposible acogerme a los métodos de enseñanza que empleaban mis tutores y casi siempre terminaba por asistir a clases particulares de refuerzo con otros maestros en varias asignaturas, excepto para Español, pues mi buena interpretación textual y mis alcances de expresión oral me salvaron en más de una ocasión el pellejo.

Todo esto mejoró con el paso de los años, alcancé a nivelarme el cuarto de primaria para ya no ocupar uno de los últimos puestos de la clase por distraída, maniática y ausente, y alcance buenos resultados en quinto. El sexto y el séptimo grado, es decir el paso a la secundaria fue decisivo para mí, o me convertía en la número uno del salón o repetía año a la fuerza, y aunque tuve que repetir el séptimo en dos ocasiones por motivos de conducta, alcance luego la aceptación de mis profesores, superando por fin al resto de la clase, logrando ocupar los primeros lugares de la clase en los años posteriores, lo cual fue muy satisfactorio y cuyo esfuerzo fue recompensado con el cariño y el apoyo de todos los miembros de la Institución Educativa donde curse mis estudios y de la cual soy bachiller egresada.

Recuerdo con gozo mis primeros boletines en limpio, mis primeras fortalezas hacia la poesía y el teatro, mi primer día en la Banda Musico Marcial, pero muy en especial mi primera premiación con motivo a ser el primer tambor mayor en dirección de Bandas musico marciales femeninas y mixtas o el premio de primer lugar, el tercer concurso de poesía de la región realizado por la Universidad Francisco de Paula Santander Ocaña y el Ministerio de Cultura y Bellas Artes al igual que el segundo lugar en el primer concurso de cuento por el mismo ente organizador.

Hay muchas cosas que recuerdo también con dolor, como el rechazo de mis compañeros de aula, que llamaban bicho raro a la niña hipersensible que hablaba con los borradores, lo cual me volvía un ser solitario y agresivo con el mundo, otros hechos como el trato por parte de mis primeros profesores que me llamaron inadaptada socialmente, pero en especial me dolió el hecho de la muerte de mi padre que me hizo desligarme por completo del mundo, volverme un ser algo abstracto y confuso para los demás, y llenarme de ansiedad y rencor que se reflejaba en mis comportamientos y en mis dificultades académicas en la escuela.

Autoevaluación del comportamiento lecto escritor hoy
Yo leo pocos libros hoy en día, me llaman la atención eso si las novelas filosóficas y la poesía, entre mis libros favoritos se destacan autores como Rambou, Federico Nietzche, Jean Paul Sartre, Kafka, entre otros, algunas pequeñas obras socialistas con autores como Max Weber, Karl Marx, o el propio Engel, y poemas sueltos que escucho de aquí y de allá y que me llaman profundamente la atención.

Le dedico poco tiempo a la lectura, paso meses sin leer y solo leo con frecuencia artículos y textos de crítica hacía la política y el arte y que se publican en periódicos como el tiempo.

La sección favorita del periódico para mí es la de salud, me encanta encontrar información sobre los avances científicos para los trastornos mentales y neurológicos, etc, así como textos de psicología y psiquiatría que son mis predilectos en el estudio del comportamiento humano.

Los principales motivos que tengo para leer son el placer de deleitarme con una buena obra por ejemplo las obras existencialistas también tienden a ser muy poéticas pues cambian la visión de la existencia y del mundo a través de una sola mirada a nosotros mismos y de una inspección de nuestras acciones, es como dejar nuestra vida en las manos de los revolucionarios de la literatura, es toda una metáfora de la existencia.

Entre los libros que tengo se encuentran libros socialistas como el capital, la rebelión de las masas, el problema de la sociología del conocimiento, manifiesto del partido comunista, el camarada de Marx entre otros. Libros de otro corte como los de Nietzche “Así hablaba Saratustra”, “La nada” de Sartre, “La metamorfosis”, “el Tunel” de Sabato, “El pasajero”, o “Niebla de Unamuno”, etc., filosóficas como “La República”, “Diálogos de Platón”, “Apologías de Sócrates”, “El mundo de Sofía” y más. Científicas como “Los Hijos de Africa”, “El mito del cerebro y del yo” de Llinas Riascos y otras notas científicas como el “Código Davinci”. Por último novelas románticas de la mano de la “María”, “Aura o las violetas”, “la vorágine” y parte de la colección de obras del tiempo, entre las que están “Rosario Tijeras” y “La Bruja” de German Castro Caicedo. Mi obra favorita es “Delirio” de Laura Restrepo, me la he leído como dos o tres veces y me encanta.

Leo cada vez que tengo un espacio libre y de relajación, tomar un libro me fascina, descifrar cada frase para entenderla mejor, actualmente, se podría decir solo estoy leyendo cada dos o tres veces, uno o dos libros.

Prefiero leer como decía Jaime Jaramillo Escobar en el tapete de la salita, me gustaría acompañarme como él de un buen café y en presencia del gato ronroneando en el sofá, al lado de la chimenea, por lo pronto leo sentada en un lugar tranquilo y sin distracciones, donde se escucha el sonido del vaivén de las hojas de un árbol, y el arrullo del viento acariciándome el rostro, dándome mucha frescura y relajación.

No visito bibliotecas pues considero los libros como decía X504, como amigos, y a los amigos uno no los presta a nadie, un amigo no va la casa de un desconocido y se obsequia para que lo traten como quieran, ni le da su entero corazón en las visitas a los desconocidos. A los libros que son amigos, hay que tenerlos con uno, leerlos, abrazarlos, deshojarlos con cariño, releerlos, resaltarlos y guardarlos muy cerca para que sientan tu cariño, por eso considero que no me gustan las bibliotecas públicas, porque te prestan a ese amigo por un rato y después al salir tanto tu como él se quedan solos y vacíos, el uno sin el otro, y así no se disfruta enteramente de su compañía y de su aporte al conocimiento.

Hago el esfuerzo por comprar libros aunque tenga que sacrificar el almuerzo, hace ya rato, más de un año que no compró libros por mi cuenta, pero me gusta tanto comprar como obsequiar, obsequiar un libro como dije es obsequiar un amigo, y eso se agradece toda la vida.

Yo escribo versos libres, escribo en mi diario, y para mi generalmente, escribo para poner a prueba mi habilidad de escritora y mi paciencia también, antes escribía para Ikki, mi amigo ahora escribo para mi, y alguna que otra vez para otras personas, para enseñarles a ver el mundo tal cual yo lo veo.

Actualmente escribo esporádicamente cuando siento ganas, antes estaba escribiendo casi todos los días, lo hacía para mi diario, acostumbraba a redactar los sucesos que vivía durante el día, llenándolos de magia y de mucha expresión, hacía de cada instante una eternidad.

Entre mis fortalezas escritoras está la de enfrascarme en lo que escribo, me meto en la escritura y no paro, me considero rápida para redactar textos y producirlos, no se me dificulta mucho encontrar palabras, pero si me gusta tanto que en ocasiones tiendo a repetir lo que ya había dicho anteriormente, o a caer en el uso de muletillas y otros errores, creo que es mi mayor debilidad, que tengo que observar varias veces el texto, corregir y suprimir en ocasiones, tarea que no me es muy grata.

En cuanto a la lectura depende de mi estado anímico a veces puedo llegar a devorar un libro en horas o en su defecto en pocos días dependiendo de su extensión, logrando comprenderlo y hasta expresarlo, más en otras oportunidades me cuesta tanto que gasto varios días, o hasta uno o dos meses para leerme un libro.

Para finalizar considero que leer es el acto a través del cual nos exploramos y descubrimos cosas que no conocíamos dentro de nosotros mismos, y escribir por otro lado es el acto a través del cual hacemos posible la exploración, y el descubrimiento en otros.























Clara Alejandra Torrado I.


Estudiante 1° semestre de bellas artes













[1] Víctor Fuente Mayor, El cuerpo de la obra, universidad de Maracaibo 1999.